Comenzamos con alegría el tiempo de Cuaresma, con la alegría de quien se dispone a preparar una gran fiesta, la mayor de todas. Esto es la Cuaresma: el tiempo de preparación para la Pascua de Resurrección. “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (1Cor 15, 14) Pero sí, ¡Cristo ha resucitado! Si con su muerte venció nuestra muerte, con su Resurrección nos regala la vida eterna, que no es solo la del Cielo, sino también una vida feliz, plena, rebosante, ya ahora, aquí, en nuestro día a día.
¿Cómo no prepararnos para acoger este regalo, que es gracia (don gratuito)? Bien está que sean cuarenta días de preparación: tal fiesta no merece menos. El Papa Francisco, en su mensaje para esta Cuaresma (https://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/lent.index.html) nos anima y nos da caminos concretos para ello. Fijémonos en esta frase: “Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo”.
El Papa Francisco, por medio de la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro, nos recuerda que el otro es un don, especialmente aquel que está más necesitado. No nos vayamos muy lejos: quizá está en la propia familia; quizá lo que necesita no es algo material, sino tu atención, tu tiempo, tu perdón… Nos dice el Papa: “Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor”. ¡Cuánto más la de aquellos con quienes convivimos, aunque, paradójicamente, resulte en ocasiones tan difícil!
Precisamente por ello, Dios no nos deja a merced de nuestras solas fuerzas. El Papa nos recuerda un alimento que hace en nosotros posible este amor: “La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano”. También la Palabra es un don. ¿Por qué no dedicar cada día unos minutos a la lectura orante del Evangelio, si ella va a ir dándole a nuestro corazón la sabiduría y el amor?
El Papa Francisco nos habla también del encuentro con Cristo en los sacramentos. Y si se trata de renovarse, en la Confesión encontramos la posibilidad de descargar y descansar nuestra conciencia, de liberarnos del peso de tantas obras y pensamientos que quisiéramos borrar, porque ciertamente allí Dios los borra. Por si fuese esto poco, en la Confesión nos llenamos del Espíritu Santo, que es espíritu de amor; es Él quien de verdad nos da la fuerza para amar, incluso al enemigo.
Es Cuaresma y la Iglesia, llena de gozo, prepara la Fiesta, la Pascua de Resurrección, para acoger aquello que todo ser humano anhela en su corazón: una vida feliz.