Durante el curso escolar 15-16 el centro puso en marcha una nueva experiencia dentro de su objetivo de formar integralmente a la persona. Se trata de los oratorios con niños pequeños.
El Oratorio con Niños Pequeños es una experiencia de oración con niños en la que se propicia el encuentro con Jesús a través de sus presencias. Todo es sencillo, esencial; se trata de que nada impida esta relación entre Jesús y el niño, fuente de gozo y seguridad, y desde la que descubrirá la paternidad de Dios y la acción del Espíritu, con María siempre presente como Madre.
La primera presencia de Jesús que descubrirán es su Palabra: Jesús está en ella y nos habla. En ella, Jesús les va revelando otras presencias. Pronto descubrirán que Él está en un lugar del Oratorio, bajo forma de pan; También le reconocerán presente cuando se reúnen en su Nombre.
Los niños llegan calmados al lugar de la oración, en el que siempre hay un sagrario, y se sientan en sillas alrededor de una alfombra que tiene en su centro la Biblia, muy bella porque lo es la Palabra que contiene. En cada reunión se dan tres momentos esenciales: un encuentro íntimo con Jesús en la oración del corazón, la escucha de su Palabra y las oraciones en grupo. La experiencia vivida en el Oratorio no queda allí, se da un encuentro de carácter contemplativo y una misión, una consecuencia en sus vidas.
Lo fundamental en el Oratorio es la bendición. Una reunión realmente ha acontecido si el niño se siente bendecido por Dios y ha encontrado en el Oratorio un ambiente de Amor, fuente de una vida feliz.
Qué experiencia más bonita la de observar el oratorio de los niños del cole. Entraron a la capilla acompañados de sus profesoras en silencio. Al pie del altar ya estaba todo preparado, se mostraban al mismo tiempo curiosos, nerviosos y expectantes ante lo que iba a ocurrir. Se sentaron en sus sillas alrededor de la alfombra, con las manos apoyadas en sus rodillas y los ojos cerrados, se respiraba paz y tranquilidad. Jesús, a través de las profesoras hizo que los niños se sintieran bienvenidos a su casa, les abrazaba y estaba a su lado bendiciéndoles.
Estaban adorando a Dios de corazón, despacio, sin prisa. Su deseo era que Jesús apareciera entre ellos y entonces, el libro en el que vive, mágicamente, se hizo presente. En él habló de su vida y los niños le escucharon.
Las palabras que les dijo, muy sencillas, las aprendieron y las repitieron hasta hacerlas suyas: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
La unión con Jesús fue espontanea y muy expresiva. Las palabras de los niños cariñosas, inocentes y verdaderas. Emocionados y alegres, en sus caras resplandecía la felicidad después de besar el libro de Jesús.
Jesús tiene debilidad por los niños y se nota, pues ya nos dijo: “quien quiera entrar en el reino de los cielos deberá ser como un niño».
Y a todos en el fondo nos gustaría recobrar la sencillez y la espontaneidad de los niños, orar con la confianza y la simplicidad que tienen ellos, sin complicaciones, y al hacerlo, sentirnos pequeños ante Dios nuestro padre.